Ojalá nunca tuviera que lidiar con conflictos. Soy un evitador de conflictos acreditado. Por cualquier razón, prefiero huir del conflicto en lugar de enfrentarlo. La resolución de conflictos es una idea revolucionaria para mí. Sin embargo, el conflicto bien manejado no es fácil. Requiere dedicación, persistencia y la disposición a perdonar cuando las cosas no salen bien. En otras palabras, se asemeja al resto de nuestro camino cristiano.

La Escritura tiene algo que decirnos al respecto. Al estudiar Colosenses 3:12-17, me llamó la atención el hecho de que estos atributos que debemos cultivar en nuestras vidas como cristianos deben ejercerse tanto externamente (al mundo) como internamente (a nuestros hermanos cristianos). Creo que Colosenses 3:12 nos ayuda específicamente a obtener un mapa de lo que significa para nosotros como cristianos resolver nuestros conflictos.

No es sorprendente que la compasión sea el primer atributo mencionado por Pablo. La compasión es la emoción más comúnmente atribuida a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Mateo 20:34; Marcos 1:41; Lucas 7:13; Mateo 9:38; 14:14; 15:32; Marcos 6:34; 8:2).

1. Compasión

Ser compasivo significa estar profundamente conmovido por el estado de otra persona. Para estar conmovido por la condición de alguien, debemos esforzarnos por comprender su condición. Significa apresurarnos a escuchar en lugar de hablar (Proverbios 18:13). Significa estar dispuesto a comprender cómo han sido lastimados, incluso cuando tú has sido el causante del daño. Esto es especialmente difícil cuando ambas partes sienten que han sido perjudicadas. Sin embargo, es una señal de madurez espiritual ser el primero en dejar de lado (temporalmente) tus propios sentimientos para escuchar a los sentimientos de otra persona.

2. Amabilidad

¿Quieres mejorar la forma en que manejas el conflicto con otras personas? Una de las cosas más importantes que puedes hacer es mostrar amabilidad, incluso en situaciones difíciles. Recuerda que las acciones y el lenguaje corporal pueden tener un gran impacto en cómo te relacionas con los demás. Trata de proteger tus pensamientos y palabras, y en lugar de atacar a la otra persona, trabaja en resolver el problema en sí. Y no olvides recordar que todos somos pecadores que necesitamos gracia (Romanos 3:23), así que trata de mostrar amabilidad y comprensión en tus relaciones(Colosenses 3:13).

3. Humildad

Recuerda que la humildad es una acción que no busca recompensa. En lugar de enfocarse en asignar culpa y responsabilidad durante un conflicto, trata de enfocarte en edificar y apoyar a la otra persona en Cristo(Efesios 4:15-16; Romanos 14:19; 1 Tesalonicenses 5:11). Muere al deseo de ganancia personal y en su lugar, ve con la mentalidad de que tienes la oportunidad de mostrar a Cristo a través de tu comportamiento.

4. Gentileza

Nuestra gentileza es una acción, que si bien aplicada, la convierte en una herramienta de sanidad para otros. Esto significa que debemos ser intencionales en nuestros conflictos . A menudo, el conflicto es simplemente una explosión emocional en lugar de una liberación estratégica de presión. Aunque no podemos controlar cuándo y dónde alguien nos lastimará (o viceversa), podemos elegir cómo y cuándo comunicarnos al respecto. Además, no todas las heridas necesitan ser discutidas. Si en una escala del 1 al 10, tu dolor es menor o igual a 5, trata de perdonar y seguir adelante. Pero si es mayor o no puedes perdonar, entonces sé sabio sobre cómo y cuándo discutirlo.

Recuerda que elegir usar palabras que no lastimen y que no acusen es clave para tener una comunicación efectiva. Aunque estemos frustrados y enojados, elegir usar palabras que pongan a alguien en la defensiva rara vez funciona. En lugar de eso, trata de describir de manera precisa tus experiencias de dolor sin tratar de lastimar a los demás.

5. Paciencia

La paciencia nos permite seguir ofreciendo ayuda incluso cuando no parece tener resultados. En el seminario tuve un profesor que una vez preguntó: “¿Puedes ser tan paciente con “X” como Dios es paciente contigo?” Reemplaza a “X” con el nombre de la persona con la que tienes conflicto. Cada vez que pecamos, Dios no nos envía un rayo gigante para electrocutarnos. Y yo apuesto a que sigo pecando de las mismas maneras ahora que lo hacía en el pasado. Sin embargo, Dios no me rechaza ni me tira a un lado. En lugar de eso, promete a su pueblo: “Nunca te dejaré ni te abandonaré” (Deuteronomio 31:6).

La gente tiende a luchar con las mismas cosas toda su vida. ¿Tienes un amigo que no es bueno para pedir ayuda? ¿Tu pareja es alguien que no comunica bien? ¿Tu hermano es malo para los detalles? Adivina qué, eso probablemente no cambiará de manera drástica en un futuro próximo. No tenemos que fingir que esas cosas no causan dolor – lo hacen – pero tampoco debemos dejar que nuestras expectativas se vuelvan demasiado locas. Ser una voz amorosa y consistente es mucho mejor que una voz a veces aguda.

Conclusión

Ser compasivo, amable, humilde, gentil y paciente en medio del conflicto puede ser extraordinariamente difícil. Sin embargo, el consejo de Pablo es claro que estas cualidades deben ser evidentes en todas las esferas de nuestras vidas y en todo momento (Colosenses 3:17). Al hacerlo no solo aumenta las posibilidades de que al otro lado del conflicto estemos más cerca, sino que efectivamente señala el carácter de Cristo en un momento y en un lugar donde el evangelio es más necesario.

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